miércoles, 14 de diciembre de 2016

Lo que la vida me enseñó.

Si hay algo que me ha enseñado la vida es que cada persona es ella y sus circunstancias, esta frase se le atribuye a Ortega y Gasset, gran pensador y filósofo.

Cuantas veces no he oído: porque no hiciste...a lo mejor lo hice y no salió bien o a lo mejor estimé conveniente no hacerlo. No se puede ir dando explicaciones a cada momento , porque a demás hay gente que cuanto menos sepa mejor, esto es otra de las cosas que me ha enseñado la vida. 

A veces de quien menos te esperas, te sale por los cerros de Ubeda, en el mejor de los casos, hay gente que hace labor de zapa, otros te pueden llegar a odiar simplemente por no pensar igual ideologicamente, el jardín terrenal no es precisamente un paraíso.

La gratitud es otro bien preciado por mi, pero bien escaso en estos tiempos. He tenido la fortuna de conocer gente agradecida, sobre todo en Marruecos, el sentido hospitalario de los árabes, no se ha perdido. Pero ahora corren tiempos nuevos para todos, y digo para todos, y la religión no es ajena a ello. 

Cuando algunos decimos que determinadas actitudes que entran dentro del campo del fanatismo son nefastas, no estamos descubriendo América, se puede creer, practicar y alabar a Dios las 24 horas del día, pero hay que saber que no es para todos, o dicho de otro modo, debe ser algo de puertas para adentro.



¿Sabes tu quizá, si yo rezo todos los días? A lo mejor más que tu, pero no voy dando la monserga, ni obligando a que en espacios públicos tenga que haber símbolos religiosos. La religiosidad a veces se confunde con el folklore, es algo muy propio de ciertas zonas de España, hay que hacer ruido y decir que estamos aquí. 

La mesura tampoco está mal, y sobre todo evita la maledicencia. Consejos de una laica con alma espiritual.

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